5 sept 2006

Aguas mudas.

Somos el exilio.
Corre en nuestros cielos
la sombra del destierro
desnuda de brío.

Alza el sueño la historia
y es sorda la carne
que extraño deseo mueve,
hallar lejos la tierra que nos devora.

Silencioso jade nos depara
un cielo ciego...
harto ya de navegar
las mudas aguas del pasado.

Nosotros somos el exilio
y transita los rostros
la inagotable agonía,
y enluta la sangre su frío

como un fuego oscuro
de mariposas feroces
que nos acechan el alma
y siembran en ella el olvido.

¿Quién hará gritar
al silencioso testigo,
para no sostener en los labios
errores de tan antigua edad?

Aquel que no haya partido
padecerá la fiebre del bronce.
Aquel que embriagó su cielo
cobijará el pálido sueño de lo ausente.

Acaso, ¿serán otras las sombras,
que lejos, griten desde dentro
la furia del destierro,
vibrando en el silencio astuto de las Parcas?

Acaso, ¿claudicaran las sombras
a su rezo sereno,
a su sigilosa ronda,
a trepar todo muro?

Acaso, ¿no tendrá la tarde,
en su agonía, la costumbre extraña
de borrar del mundo
las voces y los nombres,

hasta que el anciano cuervo
cubra todo con su andar severo,
infatigable lecho
de agonías y sueños?

Aquel, al que rondan
los dolores de lo incierto,
sabe que el futuro habita,
sabiamente, en la historia.
Texto - Fotografía: Diego L. Monachelli

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero vivir cuando con tus brazos

Anónimo dijo...

Disfruta del viento que da en tu cara durante el viaje. No añores el futuro, no añores la historia. Si tu mente fuera blanca todo alrededor tendría su color verdadero. Permite que la luz refleje los únicos colores, no pintes encima de la realidad.

¡Ánimo!