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Porque se abrió tu nombre
como una lluvia
y a mis palabras
le crecieron flores mudas
que temblaron sonrojadas
ante la gracia nocturna
de tu belleza.
Porque no supe, quizás no sepa nunca,
cómo tramar puentes,
cómo abrirle ventanas a la tierra...
Y por entre encinas
viento y silencio
me marché sin nombrarte...
Y porque los días no cesan
de cantarle a tu gracia...
Por eso regreso,
para decir que tu nombre
esconde la saciedad de la belleza,
que callan ante tu fina curva
las flores y tiemblan.
Fotografía - Texto: Diego L. Monachelli